Era un atardecer de verano, cuando los últimos rayos del sol se desvanecían tras las copas de los árboles en mi pequeña localidad en el corazón de Sudamérica. La brisa traía consigo el susurro de hojas y el rumor lejano de la vida del pueblo. Lo que no sabía en ese momento era que esa noche, mi vida tomaría un giro inesperado, enfrentándome cara a cara con una leyenda que había escuchado desde niño: el Pomberito.
El Pomberito, según los relatos que mi abuela solía contar, es un espíritu de la naturaleza, pequeño en estatura pero inmenso en astucia y poder. Habita en los montes y se dice que protege el bosque, castigando a aquellos que no respetan la naturaleza. También se cuenta que puede conceder favores a aquellos que le ofrecen obsequios y muestran respeto por su dominio.
Aquella noche, me encontraba caminando de regreso a casa después de un largo día de trabajo en las afueras del pueblo. Decidí tomar un atajo por el sendero que cruzaba el bosque, un camino que conocía como la palma de mi mano. Sin embargo, algo en el aire se sentía diferente. Una sensación de inquietud se apoderó de mí, un susurro casi imperceptible que parecía llamar mi nombre desde las sombras entre los árboles.
Fue entonces cuando lo vi. Una figura pequeña, no más alta que un niño, parada en el camino a unos metros delante de mí. Su aspecto era desaliñado, con ropas hechas jirones y un sombrero de ala ancha que cubría su rostro. Por un momento, nuestros caminos se cruzaron y nuestros ojos se encontraron. Sus ojos brillaban con una intensidad que me dejó sin aliento, y en ese instante, supe que no era un niño, sino el mismísimo Pomberito.
Sin saber qué hacer, recordé las palabras de mi abuela. Sin perder un segundo, saqué un paquete de tabaco que llevaba conmigo, un regalo para mi padre, y lo coloqué cuidadosamente en el suelo como ofrenda. El Pomberito miró el tabaco, luego me miró a mí. Un silencio cargado de significado se extendió entre nosotros.
Luego, tan repentinamente como había aparecido, el Pomberito se desvaneció en la brisa nocturna, dejando atrás solo el paquete de tabaco y una sensación de alivio en mi corazón. Continué mi camino a casa, pensando en lo que había ocurrido. ¿Había sido una advertencia o una simple prueba? No lo sabía, pero una cosa era segura: mi respeto por las antiguas historias y las fuerzas de la naturaleza nunca volvería a ser el mismo.
Desde esa noche, mi vida cambió. Comencé a ver el mundo que me rodea con nuevos ojos, respetando cada árbol, cada río y cada criatura del bosque. El encuentro con el Pomberito me enseñó que hay más en este mundo de lo que nuestros ojos pueden ver, y que las leyendas de nuestros antepasados llevan consigo verdades que no deben ser ignoradas.
La imagen que acompaña este relato captura la esencia de esa inolvidable noche, un momento en el que la línea entre la realidad y el mito se desdibujó, dejando al descubierto la enigmática figura del Pomberito, guardián de los secretos del bosque y maestro de los misterios que se ocultan en las sombras de los árboles.