Una mañana de invierno de 1979, Carol Alspaugh, de Grand Rapids (Michigan, Estados Unidos), se sorprendió al ver un gran carámbano que colgaba ante la ventana de su cocina. Tenía la forma exacta de una mano humana que se sostenía con dificultad, como si estuviera herida. Aquel mismo día la señorita Alspaugh debía llevar a su hermana al hospital, donde debía serle practicada una operación en una mano; no caía duda de que el carámbano parecía como una especie de presagio. Pero más tarde, cuando los cirujanos se disponían a operarla, decidieron no hacerlo, ya que la paciente tenía otra herida en el brazo.., herida que le había causado, el día anterior, la caída de un carámbano.
Las reacciones en torno a esta complicada historia varían, según la personalidad y la experiencia del lector. Algunos calificarían la forma aparente del carámbano como fruto de un exceso de imaginación por parte de la señorita Alspaugh, debido a su preocupación por el estado de su hermana. Otros pueden creer la historia, pero prefieren quitarle importancia afirmando que fue una «mera» coincidencia -una entre un millón de posibilidades- una casualidad en definitiva. Pero hay otros que, tras haber experimentado ellos mismos extrañas coincidencias, han llegado a la conclusión de que hay una inteligencia detrás de tales sucesos. Efectivamente, muchos casos extraños parecidos a éste resultan desagradables o incómodos, y parece como si, de algún modo, alguien quisiera burlarse de nosotros deliberadamente; esa fuerza ha sido llamada «el bromista cósmico», y es más activo de lo que la mayoría de la gente piensa.
Sus travesuras varían en intensidad: tomemos, por ejemplo, el desastre relatado por Stephen Pile en su Libro de los fracasos heroicos (Book of heroic failures): «La Sociedad Real para la Prevención de Accidentes organizó una exposición en Harrogate en 1968. Todo el tinglado en el que se llevaba a cabo la exposición se vino abajo.»
Colegiales de Wokingham (Inglaterra) muestran huevos que cayeron de un cielo completamente despejado en 1974. |
Stephen pile también cuenta la historia de un ratero de tiendas que estaba «desempeñando» su trabajo en una tienda en Barnsley, Yorkshire. Apenas había empezado, cuando se sintió agarrado por ocho pares de manos. En la tienda estaba teniendo lugar una reunión para detectives de comercios. Tales «coincidencias» sólo pueden ser debidas al trabajo de un bromista cósmico aburrido. Otro ejemplo es el caso de la lluvia de huevos sobre una escuela de Wokingham, Berkshire, lluvia que duró varios días, a principios de diciembre de 1974. Los huevos, que caían del proverbial cielo azul, bombardearon coches, vallas, techo y patio. Hicieron tal ruido al chocar, que se creyó que habían caído desde una gran altura -desde un avión, por ejemplo-. Las autoridades locales de aviación negaron tener cono cimiento de lo que chistosamente se dio en llamar «UFOS»(Unidentified Flying Omelettes, tortillas voladoras no identificadas). Pero la broma estaba en que el colegio se llamaba Keep Hatch, que en inglés significa algo así como «seguir empollando».
A lo largo de la historia han caído muchas lluvias extrañas, ante la perplejidad de la gen te. El mayor coleccionista de fenómenos extraños, el norteamericano Charles Fort (1874- 1932), pasó la mayor parte de su vida investigando tales historias, y enumeró lluvias de peces, de ranas (algunas, curiosamente, de color blanco puro), trozos de carne y de pelos humanos, piedras, sellos de escribas chinos, hielo, insectos y muchas otras precipitaciones extrañas. Fort recogió con gran deleite todos los fenómenos que desafiaban la racionalidad; le encantaban las coincidencias perfectas, así como los incidentes que provocaban una furiosa controversia entre sabios científicos. Algunas. veces se lanzaba a hacer disparatadas y provocativas especulaciones acerca de la naturaleza de nuestra relación con el bromista cósmico. Quizá -pensó él-, somos propiedad de alguien y estamos a la espera de ser «pescados» (lo cual explicaría algunas misteriosas desapariciones). O quizá la superficie de nuestro planeta es una especie de cubo de basura que está ahí para que el bromista (o nuestros «propietarios») lo llene de desperdicios. Fort adivinó una mano infantil y a menudo cruel detrás de algunas de las travesuras; pero también es cierto que los niños acostumbran a ser crueles.
El New York Herald del 26 de noviembre de 1911 relataba la historia de un asesinato: sir Edmundbury Godfrey había sido salvajemente asesinado en un lugar llamado Greenberry Hill. Los tres hombres acusados del crimen -más tarde fueron ahorcados- se llamaban Oreen, Berry y Hill. ¿Estaba algún niño cósmico enseñando a su maestro lo bien que le salían los juegos de palabras? ¿Y tuvo el mismo niño malvado algo que ver en hacer coincidir las carreras de las personas con sus propios nombres, como sucedió con el doctor Donald Triplett (en español,»Donald Trillizos»), el tocólogo que ayudó a dar a luz a tres series de trillizos?
Bromas trágicas
Pero el bromista a menudo gasta un humor malsano. En su libro Fenómenos: un libro de casos extraños (Phenomena: a book of wonders) John Michelí y Robert Rickard mencionan dos de esos ejemplos:
En Detroit, un bebé cayó de una altura de catorce pisos sobre un tal Joseph Figlock que pasaba por allí. Un año después le volvió a suceder de nuevo… En este caso los protagonistas de la historia lograron sobrevivir, pero algunas coincidencias son mortales. Dos hermanos, en las islas Bermudas, resultaron muertos por el mismo taxi y el mismo conductor, quien a su vez llevaba el mismo pasajero, cuando conducía el mismo vehículo por la misma calle, justamente con un año de diferencia entre uno y otro suceso…
Todos hemos oído hablar de personajes trágicos, o incluso de familias enteras, como la famosa familia política americana, los Kennedy, cuyas vidas han sido azotadas por todo tipo de desgracias. Durante siglos, a este tipo de personas se las creyó «endemoniadas»: era el propio diablo quien estaba detrás de todas las tragedias. El seducía a las brujas alentándolas con falsas promesas de protección, y luego las dejaba solas frente al potro y la hoguera. Disfrazado de dios Pan, practicaba otras malvadas travesuras: cortaba la leche, atacaba a muchachas, esterilizaba animales y hundía barcos.
Muchos investigadores serios de los fenómenos paranormales están convencidos de que en cada época el bromista toma la forma que la gente espera que adopte: el diablo o el rey de las hadas en la época medieval, espíritus en época más reciente, y «hombres de negro» hoy
La mayoría de las veces, las criaturas procedentes de los OVNIS siembran tan sólo el terror y la ruina entre sus testigos, a pesar de sus mensajes de amor y de paz. Muy a menudo, los «contactantes» parecen deliberadamente escogidos por su respetable posición en la comunidad local; son elevados para ser más tarde derribados. Muchas veces se les comunican profecías, que se convierten en realidad a corto plazo, e incluso dan lugar a un culto posterior. Pero una vez llega el día del acontecimiento crucial profetizado -el fin del mundo, o un aterrizaje en masa de OVNIS en el césped de la Casa Blanca-, se da uno cuenta de que todo ha sido una broma del «contactante». Hoy en día no condenamos a la hoguera a nuestros falsos profetas, pero su justo castigo puede todavía resultar molesto.
Un respetable científico, James MacDonald, que presenció el aterrizaje de un OVNI, se sintió obligado a revelar públicamente su experiencia. Después de todo, estaba diciendo la verdad. ¿Qué podía temer? Más tarde, durante una conferencia científica, se levantó para demostrar su desacuerdo con cierta cuestión teórica formulada por el conferenciante. Entonces, un colega suyo se levantó y, dirigiéndose a todo el auditorio, preguntó cómo podían creer cualquier cosa que dijera un hombre que afirmaba haber visto un OVNI. A esto respondieron risas y burlas, y MacDonald quedó en ridículo. El, que era un hombre tan cuerdo como cualquier otro, se fue a casa y, según cuenta la historia, se suicidó.
Morris K. Jessup fue otro conocido científico cuyo trato con los OVNIS le llevó a la ruina académica, al ostracismo social y a un presunto suicidio en extrañas circunstancias. Aquellos que tenían alguna relación con él también sufrieron desgracias: el investigador de 0VNIS Stephen Yankee se estaba felicitando por haberse hecho con los extraños «Documentos Varo», que se habían hallado en poder de Jessup en forma de microfilms, cuando su casa ardió. ¿Coincidencia? ¿Represalia? ¿Broma cósmica?
John A. Keel, cuyo revolucionario libro UFOS: Operation Trojan Horse (OVNIS:Operación Caballo de Troya) fue uno de los primeros best-sellers que postularon la idea de los estafadores de OVNIS, cree que éstos tienen orígenes terrestres. Según él, se trata de seres elementales, capaces de tomar cualquier forma, y enemigos naturales del hombre. Son ellos los que en el pasado se disfrazaron de ángeles, demonios, hadas y espíritus de personas amadas desaparecidas, y son ellos los que explotan la obsesión por los OVNIS que predomina en el siglo XX con el objeto de fastidiar, o incluso destruir, al hombre moderno. En otro tiempo solían atraer a los viajeros hacia su perdición llamándolos con las voces de personas amadas; actualmente, buscan nuevos y modernos métodos para atormentarnos.
Sellos chinos que datan del año 500 AC. y fueron hallados por toda Irlanda en el siglo XIX. |
La moda del más allá
A principios del siglo XX el movimiento espiritista, por entonces en su apogeo, dio a los bromistas grandes oportunidades de diversión. En cierta ocasión, un espíritu que pretendía ser el difunto padre de una señora alemana en el transcurso de una sesión de espiritismo, no sabía hablar alemán. Para muchos esto es un ejemplo claro de que hubo fraude por parte del medium (subconsciente o no); pero, ¿no podría haber sido una broma maliciosa perpetrada por uno de esos entes para burlarse de la integridad del medium?
Otro caso que parece ideado para destruir la credibilidad de un medium es el de «Katie King» -el espíritu que se materializó por me dio de Florence Cook, cuyo patrocinador era el acreditado físico sir William Crookes-. Las pocas fotografías que han quedado de «Katie» muestran un extremo parecido con la señorita Cook. De hecho, parece patéticamente evidente que Katie no era más que la medium, convenientemente vestida con prendas que se asemejaban a un sudario. Sin embargo, según el testimonio de sir William Crookes y de otras personas respetables, Katie tenía la tez morena y áspera, y Florence era de piel blanca; Katie era más alta; Florence tenía las orejas perforadas y Katie no; Katie tenía dedos más largos y finos. De hecho juraron que vieron a las dos mujeres juntas el 29 de marzo de 1874, y que todos ellos habían observado previamente estas diferencias entre ellas.
Esto podría explicarse como un complot bastante ingenuo entre los testigos, o podría constituir un engaño por parte de Florence Cook. Los investigadores modernos que miran las fotografías de Katie y Florence suelen despreciar al pobre «inocentón» de sir William y a sus amigos. Sin duda, el distinguido científico ha sido tratado póstumamente de loco. ¿Quién era el bromista aquí? ¿Florence Cook, o un bromista cósmico?
Un curioso fenómeno espiritista de los años sesenta, que aparentemente afectó tan sólo a un medium, Bernie Flint, fue el de las cintas con «voz directa». Estas eran, al parecer, grabaciones de voces de muertos -la mayoría de ellos famosos- que utilizaban una caja de resonancia hecha de ectoplasma y producida por el medium. En muchos aspectos, esto parece bastante verosímil; pero cabe preguntarse por qué los que hablaban hacían gala de una ignorancia supina acerca de temas en los cuales habían sido expertos en vida. «Amy Johnson», por ejemplo, aunque su voz sonaba exactamente igual que en los documentales de los años veinte, no sabía nada de aviación; la agudeza de «Oscar Wilde» había que buscarla en sus obras de teatro, y no en sus comentarios póstumos (y, ¿qué se había hecho de su ligero acento irlandés?); y «Elizabeth Garret Anderson», pionera de la medicina de las mujeres, no ofrecía más consejo acerca de cuestiones de salud que el decir que «no nos fatigáramos demasiado».
Las sesiones de «voz directa» fueron rigurosamente investigadas, para averiguar si había ventriloquia o grabaciones escondidas, pero quedó patente que aquél no era el caso. He aquí otro fenómeno que pone de manifiesto las actividades de los hábiles entes que actúan para engañar y desalentar a las buenas gentes. Observándolos atentamente, el bromista siempre escoge a los testigos más fidedignos -personajes destacados de la comunidad- para desacreditarlos; son ellos quienes vislumbran al monstruo del lochNess, agarran su cámara y toman fotos. Pero la cámara se atasca, y las fotografías que salen son, ambiguas, se pierden o parecen tan burdamente falsificadas que el testigo sólo consigue perder su credibilidad por completo.
Descubrimientos fortuitos
Infatigable a la hora de desconcertar al género humano, el bromista a veces nos permite apreciar su perfecta sincronización, arte que parece dominar. Robert Rickard y John Michelí ofrecen, en la citada obra Fenómenos: un libro de casos extraños, una breve lista de ejemplos: la revista Science de 22 de abril de 1949 relata que el doctor A. D. Bajkov, ictiólogo, sufrió un bombardeo de peces que caían del cielo en Biloxi, Mississippi. El doctor W. M. Krogman, antropólogo forense especializado en muertes por causa del fuego, pudo examinar los resultados de una combustión espontánea cuando se hallaba de vacaciones cerca del lugar donde sucedió. Y el 2 de abril de 1973, un meteorólogo de Manchester (Inglaterra) que había salido a dar una vuelta, casi se rompe la crisma por culpa de un bloque de hielo que cayó del cielo y se hizo añicos a sus pies: fue una de las «caídas de hielo» mejor documentadas. El meteorólogo rompió parte del hielo y realizó con él numerosas pruebas, pero su origen es todavía un misterio. ¿Fue mera casualidad que el bloque de hielo cayera precisamente a los pies de una persona cualificada para examinarlo científicamente? Quizá no fuera así; quizá el caprichoso bromista cósmico se esté riendo a nuestra costa.
El mundo es un lugar mucho más extraño de lo que los racionalistas pretenden hacernos creer, a pesar de sus rigurosas leyes físicas. La ley de la gravedad mantiene nuestros pies sobre el suelo, pero la levitación la desafía. Del cielo, en principio, sólo caen la lluvia, la nieve y algún que otro recuerdo de los pájaros; sin embargo, han llovido huevos sobre una escuela con un nombre extrañamente apropiado. ¿Por qué no creer que hay un bromista poderoso dedicado a desconcertar nos y a desafiar la racionalidad de nuestro mundo?